Estar en Ponferrada es como estar en un mundo diferente. Aquí la mayoría de mi gente no habla de música, conciertos, viajes, arqueología, internet... Aquí mi gente tienen otros problemas, hijos, hipotecas, créditos, trabajos que no les gustan. Claro que hay algunos que sí me entienden, pero esos son una minoría. Sin embargo, aunque van pasando los años, aunque vamos cambiando, seguimos estando ahí, y por muy diferentes que seamos, sigo intentando sacar un ratito para tomar un café, ir a cenar, o incluso dejar que por una noche me lleven a bares extraños donde ponen eso que llamo bakalao y que todo el mundo se empeña en explicarme que no, que es house, tecno y mil nombres más. Y una noche de esas me encuentro con que me han invitado a una comunion para el año que viene. ¿Tanto tiempo ha pasado ya? ¿Ya se acabó la época de las bodas y empieza la de las comuniones? Dios, a veces me entra el miedo.
Pero aún así, a pesar de lo mucho que me quejo de Ponferrada, sigue teniendo algo especial, algo que hace todos acaben volviendo después de los años. Y sigue habiendo algo que me hace salir todas las noches, que hace que esté deseando llegar al bar, sentarme en mi rincón de la barra, y pasar horas allí entre cervezas, chupitos, conversaciones, risas, y miradas.
Y sé que lo voy a echar de menos.
FESTIVAL KOBA LIVE 2025 Primeras confirmaciones
Hace 23 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario